Como ya sabéis, en Septiembre he empezado a hacer
conferencias delante de público anónimo y desconocido. Ha sido todo un reto y
algo que nunca antes había hecho, pero lo he superado con matrícula de honor y
estoy muy orgullosa de ello.
En mi artículo sobre hablar en público, conté cómo perdí el miedo a ponerme
enfrente de un montón de ojos que se te clavan en los tuyos y no dejan de
prestarte atención durante más de 1 hora.
Ahora quiero contar cómo preparo
esas conferencias, porque me he dado cuenta que tengo una forma muy peculiar de
hacerlo…
Lo primero que tengo que
reconocer, es que como buena procrastinadora que soy, lo dejo todo para el
último momento, es decir, dejo poco margen entre la preparación del material y
el día de la conferencia.
Primero ronda la idea en mi
cabeza durante unos cuantos meses (3 más o menos).
Luego vuelco toda la información
que tengo en un documento Word y me lo leo un par de veces antes de darme
cuenta de que he escrito un ladrillo infumable que no hay quien se lo lea.
Es entonces cuando despliego mi
buen hacer con los power points (de algo me tienen que servir mis 15 años de
experiencia en grandes empresas, no?) y resumo el ladrillo infumable en puntos
sencillos y fáciles de seguir, en un montón de diapositivas de PPT. Añado
imágenes casi en cada página para que sea más entretenido, entre otras cosas,
porque yo soy una persona muy visual y a mí me gustan más las presentaciones
que tienen fotos o dibujos.
Cuando ya tengo el documento como
a mí me gusta y con un margen de varios días antes de la fecha de la
conferencia, envío el documento por email a mi marido y a mi gran amiga BM,
para que me den sus respectivos puntos de vista sobre el material en cuestión.
A mi marido se lo envío porque ya
está acostumbrado a oírme hablar de los temas sobre los que hago mis
presentaciones y él me da su punto crítico sobre el formato general de la
presentación y a mi amiga BM se la envío porque ella está en la misma onda que
yo y me puede dar su punto de vista sobre el contenido de la misma. Es el
tándem perfecto para mí.
Finalmente, un par de días antes
de la conferencia, o incluso el mismo día, reviso la presentación diapositiva
por diapositiva y la explico en voz alta para mí misma, analizando qué partes
no tengo interiorizadas, intentando hilar experiencias de la vida cotidiana
para poner ejemplos prácticos de las cosas que voy contando y controlando
cuanto tiempo tardo en exponer toda la presentación.
El resultado siempre es el mismo:
yo me siento muy suelta y segura hablando de lo que tengo en las diapositivas,
el público permanece atento durante toda la duración de la conferencia y
finalmente recibo felicitaciones por parte de los asistentes a las mismas. Qué
más puedo pedir? NADA!!
Es cierto que solo estoy
empezando en esto de dar conferencias en público, pero es algo a lo que le
tenía mucho miedo y después de tirarme a la piscina, me he dado cuenta de que
es algo mucho más fácil de lo que uno se imagina cuando no lo ha probado.
El miedo que nos causa nuestra
mente antes de hacer algo, es mucho mayor y está totalmente alejado de la
experiencia real.
Cuando tengas miedo de hacer
algo, escucha a tu corazón y si las ganas de hacerlo son mayores que los
bloqueos que te pone por delante tu limitada mente, tírate a la piscina e
inténtalo! No pierdes nada y nunca podrás decir “me arrepiento de no haberlo
intentado”.
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