Como parte de mi vida profesional
en esta etapa que comencé ahora hará un año, sé que parte de la estrategia para
darse a conocer es hacer charlas y conferencias, pero nunca me he sentido
preparada para ello.
Cada vez que pensaba en ponerme
delante de desconocidos a hablar de algo, me daban los mil males y la primera pregunta que siempre me venía a la
cabeza era “¿y de qué les voy a hablar YO?”.
Mucha gente me ha dicho que es
una de las mejores formas para darse a conocer. Otra herramienta muy útil es escribir blogs, cosa que hace tiempo que hago de forma
anónima y que comenzaré a hacer también profesionalmente a partir del mes de
Octubre, pero esto ya es tema para otro artículo.
Volviendo al tema de hablar en
público, este “pánico escénico” es precisamente uno de los temas que saqué a la
palestra y me trabajé en un curso en el que me he formado recientemente.
Mil cuestiones sobrevolaban sobre
mi cabeza, la primera de ellas como ya he dicho, es el contenido de la charla:
de QUÉ voy a hablar yo y a QUIÉN puede interesar. Luego resulta curioso ver que
finalmente en cuanto decides que vas a hablar de un tema y finalmente te tiras
a la piscina, tu cabeza empieza a pensar en qué más cosas puedes preparar para
hablar de ellas…
Creo que nunca me había planteado
el hecho de que no viniera nadie a escuchar la conferencia, cosa que debería
ser la primera preocupación de un conferenciante. En vez de eso, yo me
planteaba qué pasaría si se me olvidaba de lo que tenía que hablar, qué pasaría
si me hacían preguntas que yo no sabía contestar, qué pasaría si alguien del
público sabe más que yo del tema que estoy hablando y me deja en evidencia con
alguna pregunta o comentario comprometido… Ufff, todas esas cosas juntas, me
daban un terror, que era incapaz de pensar que algún día estaría delante de un
grupo de personas y con 20 ojos clavados en mí y prestándome atención durante
más de 10 minutos seguidos…
Hace apenas un par de meses hablaba
en otro de mis artículos de conseguir lo que deseas.
Cuando escribí ese artículo, lo hice basándome en mi deseo de superar el miedo
a hablar en público. Me puse manos a la obra y me leí mil y un artículos en
internet sobre como perder el miedo a hablar en público.
De lo que me he dado cuenta por
la experiencia de haber realizado ya un par de conferencias delante de públicos
pequeñitos (que yo celebro como si hubieran sido grandes audiencias) es que hay
que tirarse a la piscina y probar a ver qué pasa. Lo más importante para mí ha
sido prepararse el tema uno mismo y ensayarlo para uno mismo, más que nada,
para ver si te sabes la materia de la que vas a hablar y muy importante, para
medir los tiempos.
Este Junio me comprometí a dar
una conferencia en una biblioteca pública de una localidad cercana en
Septiembre y a pesar de que en ese mismo mes de Junio comencé a prepararme el
material del que iba a hablar en la conferencia, no ha sido hasta un par de
semanas antes, que he dado el empujón al contenido de la misma y lo terminé de
escribir con 1 semana de plazo.
La forma en la que yo gestioné el
miedo a hablar en público, fue primeramente comprometiéndome a hacer una
conferencia y a poner una fecha para la misma. Luego aproveché un curso para
trabajar todos los miedos que tenía sobre hablar en público y tomé conciencia
de que podía ser lo peor que me podía pasar con cada uno de esos miedos.
Finalmente, me preparé el material, lo ensayé y cuando llegó el gran día, no
pude sentirme más orgullosa de mi misma: suelta, cómoda, segura de lo que decía
y con ideas que me iban fluyendo para ir interactuando con el público para que
no perdieran el interés por el camino.
Mi compi-coach AN me dio la idea
de hacer una encuesta de satisfacción para la conferencia y así lo hice. Puse
una encuesta y una tarjeta mía encima de cada silla, para que cuando la gente
fuera llegando, ya vieran que había que rellenar una encuesta sobre la
conferencia.
Cuando leí los resultados de las
encuestas vi que realmente había interesado mucho de lo que había hablado y se
notaba con las interactuaciones de algunos de los asistentes, que iban haciendo
comentarios según yo iba avanzando por mis diapositivas.
Para mi sorpresa, mi suegra
también vino a escucharme y ella también me dijo que no parecía que nunca
hubiera hablado en público y que además de lo que había hablado, le había
parecido muy interesante (y eso que a ella de lo que hablé no le va mucho…).
A los tres días tuve que dar otra
charla y me sentí superbién ya antes de que comenzara. A esta charla vinieron
el doble de asistentes que a la charla anterior, pero a pesar de ello, no tuve
ningún miedo. De nuevo me apoyé en mis diapositivas para ir hablando y confié
en que hablaba de un tema que tengo muy interiorizado y con el que trabajo
habitualmente, así que había muy poco margen de error.
Nuevamente al finalizar la
charla, me felicitaron por la misma, cosa que me hizo sentirme mucho más segura
y con ganas de dar un nuevo paso en mis inicios como conferenciante.
Si tú tienes miedo a hablar en público
y te sientes identificada/o con lo que te acabo de contar, te animo a que
escojas un tema del que controles, escribas sobre él, se lo cuentes a tu
ventana en voz alta y te tires a la piscina!
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