sábado, 21 de febrero de 2015

EL ARTE DE NO ESPERAR NADA




Esta mañana me he levantado con ganas de escribir (como viene siendo habitual últimamente) y estaba desperezándome en la cama, cuando me he puesto a pensar que realmente no sabía sobre qué escribir y que a lo mejor había llegado el día donde tendría que hacer eso de escribir 3 folios repitiendo continuamente la misma frase: “hoy tengo que escribir 3 folios y no sé sobre que escribir”.

He dejado esa idea de lado despreocupadamente y me he levantado sin más. He preparado el desayuno mientras pensaba que hoy tengo que ir a la compra, y mientras desayunaba ya me he acercado el ordenador a la mesa con la curiosidad de ver que se cuece por las redes sociales. Finalmente he acabado mirando las novedades de Facebook.

Me ha llamado la atención un artículo que ha enviado mi amiga BM a una de sus buenas amigas, EN, en el que se habla sobre no esperar nada de nadie ni de nada (incluida la vida) y en como cuando realmente llegas al punto de desapego de todo y de todos, la vida te empieza a dar sorpresas.

En ese momento ya me he inspirado sobre qué tema escribir, porque eso de las expectativas que tenemos en la vida continuamente, es un tema sobre el que ya he hablado en más de una ocasión.

Y es que es tan importante tener desapego a los resultados para no llevarnos decepciones en la vida una y otra vez, que es algo que intento practicar conscientemente a diario pero reconozco que es un trabajo en el que hay que ser constante y del que hay que observar mucho porque de él se aprenden muchas cosas interesantes.

Nuestro inconsciente es muy tramposo y muchas veces nos engaña con simples trucos, porque a veces pasa – como me pasó a mí el otro día con la película de las 50 sombras de Grey – que vamos al cine a ver una peli, con las simples ganas de disfrutar de un rato agradable haciendo algo que nos gusta y al final salimos de la sala pensando “bueno, podría haber esta mejor”. ¡¡Inconscientemente aparecieron mis expectativas!!

Y es que es muy difícil mantenerse neutro en todas las ocasiones y mantenerse totalmente desapegado de absolutamente todo. ¿Por qué? Porque somos seres humanos y tenemos emociones.

Recuerdo esta semana que fui a hacer la compra y tenía la idea de comprar unos caquis. Cuando llegué al súper vi que ese día no tenían caquis, me dio una rabia que me puse de todos los colores durante unos breves segundos, hasta que acepté que no había caquis y me tendría que ir a casa sin ellos. “Bueno, pues vale, que le vamos a hacer…. Otra vez será.”

La verdad es que ahora que lo pienso detenidamente y por algo que he escrito recientemente, me estoy dando cuenta de que he hecho un proceso de duelo en toda regla, automáticamente y sin darme ni cuenta. Que fuerte…. Eso sí, el proceso duró no más de 5 minutos, pero si lo analizo con calma, he pasado por todas y cada una de las etapas del duelo.

Voy a intentar recuperar la escena en mi mente…:

1.  Etapa 1: Negación - Llego al súper, busco los caquis y no los veo: “no puede ser, tiene que haber caquis, estarán en otro sitio”.

2.  Etapa 2: Ira - Tras buscar en toda la sección de frutas y verduras, realmente no están los caquis por ningún lado, eso me dio mucha rabia: “¡¡¡joe hoy no hay caquis, que rabia!!! ¿Por qué no hay caquis? ¿¡Por qué precisamente hoy que he venido justo a por ellos, hoy no hay caquis!?...”

3.  Etapa 3: Negociación - Pues a ver qué hago para comer otra cosa en vez de los caquis que tenía en mente: “si hubiera caquis, no me daría por comer cualquier otra guarreria….”

4.  Etapa 4: Depresión – Me siento mal, porque me doy cuenta de que realmente voy a pasar los próximos 3-4 días sin comer los caquis que tanto me gustan. Vaya por Dios…

5.  Etapa 5: Aceptación – “Al final me quedo sin caquis sí o sí, así que más vale que no le siga dando más vueltas al tema y asuma que hoy ya no quedan caquis”. Eso no está en mis manos y no hay nada que yo pueda hacer, así que tengo que buscar otra fruta alternativa, o simplemente soltar la idea de que quería comer caquis a toda costa. O ir a otro súper...

Anda que lo que ha dado de sí el temita de las expectativas, ¿eh? Sin comerlo ni beberlo he pasado por un mini-proceso de duelo del que no me he dado cuenta hasta 4 días más tarde y porque se me ha ocurrido recordar la anécdota de los caquis!

Menos mal que últimamente estoy aprendiendo a observar mi vida con atención plena y soy más consciente de las cosas, porque si llego a estar dormida del todo, ¡no sé qué sería de mí! (con esto quiero decir de que a pesar de intentar ser consciente, todavía tengo muuucho camino por recorrer, porque me doy cuenta de que todavía no me entero de que va esto de prestar atención a las cosas que me pasan en la vida…).

Lo dicho, que hay que intentar ir por la vida sin esperar nada de las cosas que hacemos ni de las personas con las que nos relacionamos, porque nos podemos llevar muchas decepciones y la vida ya es lo suficientemente complicada  como para que nosotros añadamos complicaciones extras porque nos da la gana.

Lo que tenemos que hacer es disfrutar de cada momento como si fuera lo último que hiciéramos en la vida, y punto.

 



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