Esta mañana me he levantado con
ganas de escribir (como viene siendo habitual últimamente) y estaba desperezándome
en la cama, cuando me he puesto a pensar que realmente no sabía sobre qué
escribir y que a lo mejor había llegado el día donde tendría que hacer eso de
escribir 3 folios repitiendo continuamente la misma frase: “hoy tengo que
escribir 3 folios y no sé sobre que escribir”.
He dejado esa idea de lado
despreocupadamente y me he levantado sin más. He preparado el desayuno mientras
pensaba que hoy tengo que ir a la compra, y mientras desayunaba ya me he
acercado el ordenador a la mesa con la curiosidad de ver que se cuece por las
redes sociales. Finalmente he acabado mirando las novedades de Facebook.
Me ha llamado la atención un
artículo que ha enviado mi amiga BM a una de sus buenas amigas, EN, en el que
se habla sobre no esperar nada de nadie ni de nada (incluida la vida) y en como
cuando realmente llegas al punto de desapego de todo y de todos, la vida te
empieza a dar sorpresas.
En ese momento ya me he inspirado
sobre qué tema escribir, porque eso de las expectativas que tenemos en la vida
continuamente, es un tema sobre el que ya he hablado en más de una ocasión.
Y es que es tan importante tener
desapego a los resultados para no llevarnos decepciones en la vida una y otra
vez, que es algo que intento practicar conscientemente a diario pero reconozco
que es un trabajo en el que hay que ser constante y del que hay que observar
mucho porque de él se aprenden muchas cosas interesantes.
Nuestro inconsciente es muy
tramposo y muchas veces nos engaña con simples trucos, porque a veces pasa –
como me pasó a mí el otro día con la película de las 50 sombras de Grey – que vamos
al cine a ver una peli, con las simples ganas de disfrutar de un rato agradable
haciendo algo que nos gusta y al final salimos de la sala pensando “bueno,
podría haber esta mejor”. ¡¡Inconscientemente aparecieron mis expectativas!!
Y es que es muy difícil mantenerse
neutro en todas las ocasiones y mantenerse totalmente desapegado de
absolutamente todo. ¿Por qué? Porque somos seres humanos y tenemos emociones.
Recuerdo esta semana que fui a
hacer la compra y tenía la idea de comprar unos caquis. Cuando llegué al súper vi
que ese día no tenían caquis, me dio una rabia que me puse de todos los colores
durante unos breves segundos, hasta que acepté que no había caquis y me tendría
que ir a casa sin ellos. “Bueno, pues vale, que le vamos a hacer…. Otra vez
será.”
La verdad es que ahora que lo
pienso detenidamente y por algo que he escrito recientemente, me estoy dando
cuenta de que he hecho un proceso de duelo en toda regla, automáticamente y sin
darme ni cuenta. Que fuerte…. Eso sí, el proceso duró no más de 5 minutos, pero
si lo analizo con calma, he pasado por todas y cada una de las etapas del
duelo.
Voy a intentar recuperar la
escena en mi mente…:
1. Etapa
1: Negación - Llego al súper, busco los caquis y no los veo: “no puede ser,
tiene que haber caquis, estarán en otro sitio”.
2. Etapa
2: Ira - Tras buscar en toda la sección de frutas y verduras, realmente no
están los caquis por ningún lado, eso me dio mucha rabia: “¡¡¡joe hoy no hay
caquis, que rabia!!! ¿Por qué no hay caquis? ¿¡Por qué precisamente hoy que he
venido justo a por ellos, hoy no hay caquis!?...”
3. Etapa
3: Negociación - Pues a ver qué hago para comer otra cosa en vez de los caquis
que tenía en mente: “si hubiera caquis, no me daría por comer cualquier otra
guarreria….”
4. Etapa
4: Depresión – Me siento mal, porque me doy cuenta de que realmente voy a pasar
los próximos 3-4 días sin comer los caquis que tanto me gustan. Vaya por Dios…
5. Etapa
5: Aceptación – “Al final me quedo sin caquis sí o sí, así que más vale que no
le siga dando más vueltas al tema y asuma que hoy ya no quedan caquis”. Eso no
está en mis manos y no hay nada que yo pueda hacer, así que tengo que buscar
otra fruta alternativa, o simplemente soltar la idea de que quería comer caquis
a toda costa. O ir a otro súper...
Anda que lo
que ha dado de sí el temita de las expectativas, ¿eh? Sin comerlo ni beberlo he
pasado por un mini-proceso de duelo del que no me he dado cuenta hasta 4 días
más tarde y porque se me ha ocurrido recordar la anécdota de los caquis!
Menos mal que últimamente
estoy aprendiendo a observar mi vida con atención plena y soy más consciente de
las cosas, porque si llego a estar dormida del todo, ¡no sé qué sería de mí!
(con esto quiero decir de que a pesar de intentar ser consciente, todavía tengo
muuucho camino por recorrer, porque me doy cuenta de que todavía no me entero
de que va esto de prestar atención a las cosas que me pasan en la vida…).
Lo dicho, que
hay que intentar ir por la vida sin esperar nada de las cosas que hacemos ni de
las personas con las que nos relacionamos, porque nos podemos llevar muchas
decepciones y la vida ya es lo suficientemente complicada como para que nosotros añadamos
complicaciones extras porque nos da la gana.
Lo que tenemos
que hacer es disfrutar de cada momento como si fuera lo último que hiciéramos en
la vida, y punto.
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