Parece mentira la facilidad con
la que me siento estos días delante de un folio en blanco, pienso en un tema
que normalmente se compone de poco más de una palabra y dejo correr los dedos
por las teclas del ordenador. Que digo correr, la descripción correcta sería ¡volar!.
Las palabras casi se me acumulan en los dedos y no me da tiempo de escribir
todo lo rápido que se agolpan las ideas en mi cabeza.
La semana que viene la tengo
repleta de exámenes. Examen el martes, examen el jueves, examen el sábado…
pufff y menos mal que son de cosas que me gustan, que si fueran exámenes “por
obligación”, de esos de cuando estás estudiando en el colegio, en la
universidad o por cualquier otro motivo que no sea meramente por algo que estás
estudiando simplemente por placer, porque te gusta y porque lo has elegido voluntaria
y conscientemente, sería peor todavía.
Hace ya más de medio año que
escribí sobre mi nueva forma de estudiar. Estudiar para aprender y no para
aprobar el examen. Y es que los exámenes a los que me voy a enfrentar
semanalmente durante los próximos 6 meses, van a ser todo exámenes orales y prácticos. Y delante de mis compañeros de
clase, cosa que creo que nos pone a todos aún más nerviosos si cabe.
Para mí, hablar en público
delante de gente que no te conoce, es mucho más sencillo (dentro de que sigue
siendo difícil no ponerse nervioso cuando tienes que hablar en público) que
hablar a gente que conoces, como tus amigos o familia y ya no te digo si se
trata de compañeros de clase que están estudiando exactamente lo mismo que tú.
En el primer caso, solo tienes
que respirar profundamente y empezar a soltar palabras por tu boca con la
confianza de que estás hablando de un tema que te gusta, que conoces más que
nadie de tu audiencia (o así debería de ser cuando vienen a escucharte
desconocidos) y con el que estás acostumbrado a tratar (que para algo vas a
clase y luego te vuelves a leer el material de estudio), pero cuando te pones
delante de un grupo de “sospechosos habituales” y tienes que explicar
exactamente lo mismo que tiene que explicar luego tu compañero de al lado… eso
ya es otra cosa muy distinta. Como dicen por ahí “eso es harina de otro costal”.
El miedo al juicio y el
compararnos con cómo lo hará el que tenemos al lado, nos bloquea, nos paraliza
y si me apuras, hasta nos deja en blanco. ¡¡Qué horror!!
Pero se supone que uno ya tiene
interiorizada esa práctica, porque en clase y más concretamente en estas
últimas que estoy realizando, las prácticas son continuas. No hacemos
exactamente lo que vamos a tener que hacer a partir de ahora, pero parecido. Y
de oír tantas veces lo mismo en clase, semana tras semana y mes tras mes, se
supone que algo va calando en tu interior y deberías de ser capaz de sintetizar
las vivencias y explicarlas a los demás, como si fuera algo que haces cualquier
día de tu vida.
¿O acaso tenemos problemas en
explicar cómo vamos a hacer la compra, cómo preparamos ese análisis de Excel
para presentárselo a nuestro jefe, o como preparamos esa receta que tanto nos
gusta y que ya nos sabemos de memoria de tanto hacerla?
Pues esto es algo parecido, así
que si lo pienso fríamente, no se a que tengo tanto “miedo”.
Así que aprovechando que hoy es
domingo, que hace un día un poco gris y que no tengo previsto ningún plan
especial, voy a coger mis apuntes de clase y me voy a poner a hacer mis
maravillosos resúmenes para poder leerlos durante la semana y seguir
interiorizando todo ese material que luego me van a hacer explicar y poner en
práctica delante de un grupo de personas que están exactamente igual de
nerviosos que yo.
Que pases un feliz domingo. Ah! Y
no olvides participar en la apuesta de la palabra elegida para el “juego de
palabras” del que ya tengo escrito el artículo y que publicaré próximamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para compartir conmigo cualquier cosa, puedes dejarme aquí tu comentario con perfil "anónimo". Si quieres deja tus iniciales en el texto que escribas. ¡Me encantará leerte!