domingo, 15 de febrero de 2015

EXÁMENES Y MÁS EXÁMENES

 



Parece mentira la facilidad con la que me siento estos días delante de un folio en blanco, pienso en un tema que normalmente se compone de poco más de una palabra y dejo correr los dedos por las teclas del ordenador. Que digo correr, la descripción correcta sería ¡volar!. Las palabras casi se me acumulan en los dedos y no me da tiempo de escribir todo lo rápido que se agolpan las ideas en mi cabeza.

La semana que viene la tengo repleta de exámenes. Examen el martes, examen el jueves, examen el sábado… pufff y menos mal que son de cosas que me gustan, que si fueran exámenes “por obligación”, de esos de cuando estás estudiando en el colegio, en la universidad o por cualquier otro motivo que no sea meramente por algo que estás estudiando simplemente por placer, porque te gusta y porque lo has elegido voluntaria y conscientemente, sería peor todavía.

Hace ya más de medio año que escribí sobre mi nueva forma de estudiar. Estudiar para aprender y no para aprobar el examen. Y es que los exámenes a los que me voy a enfrentar semanalmente durante los próximos 6 meses, van a ser todo exámenes orales  y prácticos. Y delante de mis compañeros de clase, cosa que creo que nos pone a todos aún más nerviosos si cabe.

Para mí, hablar en público delante de gente que no te conoce, es mucho más sencillo (dentro de que sigue siendo difícil no ponerse nervioso cuando tienes que hablar en público) que hablar a gente que conoces, como tus amigos o familia y ya no te digo si se trata de compañeros de clase que están estudiando exactamente lo mismo que tú.

En el primer caso, solo tienes que respirar profundamente y empezar a soltar palabras por tu boca con la confianza de que estás hablando de un tema que te gusta, que conoces más que nadie de tu audiencia (o así debería de ser cuando vienen a escucharte desconocidos) y con el que estás acostumbrado a tratar (que para algo vas a clase y luego te vuelves a leer el material de estudio), pero cuando te pones delante de un grupo de “sospechosos habituales” y tienes que explicar exactamente lo mismo que tiene que explicar luego tu compañero de al lado… eso ya es otra cosa muy distinta. Como dicen por ahí “eso es harina de otro costal”.

El miedo al juicio y el compararnos con cómo lo hará el que tenemos al lado, nos bloquea, nos paraliza y si me apuras, hasta nos deja en blanco. ¡¡Qué horror!!

Pero se supone que uno ya tiene interiorizada esa práctica, porque en clase y más concretamente en estas últimas que estoy realizando, las prácticas son continuas. No hacemos exactamente lo que vamos a tener que hacer a partir de ahora, pero parecido. Y de oír tantas veces lo mismo en clase, semana tras semana y mes tras mes, se supone que algo va calando en tu interior y deberías de ser capaz de sintetizar las vivencias y explicarlas a los demás, como si fuera algo que haces cualquier día de tu vida.

¿O acaso tenemos problemas en explicar cómo vamos a hacer la compra, cómo preparamos ese análisis de Excel para presentárselo a nuestro jefe, o como preparamos esa receta que tanto nos gusta y que ya nos sabemos de memoria de tanto hacerla?

Pues esto es algo parecido, así que si lo pienso fríamente, no se a que tengo tanto “miedo”.

Así que aprovechando que hoy es domingo, que hace un día un poco gris y que no tengo previsto ningún plan especial, voy a coger mis apuntes de clase y me voy a poner a hacer mis maravillosos resúmenes para poder leerlos durante la semana y seguir interiorizando todo ese material que luego me van a hacer explicar y poner en práctica delante de un grupo de personas que están exactamente igual de nerviosos que yo.

Que pases un feliz domingo. Ah! Y no olvides participar en la apuesta de la palabra elegida para el “juego de palabras” del que ya tengo escrito el artículo y que publicaré próximamente.

 

 

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